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Altazor
Revista Electrónica de Literatura
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César Eduardo Carrión. Diarios del paleolítico.
Presentamos algunos textos del destacado poeta ecuatoriano.
Especial para revista Altazor.

Hacer Click: César Eduardo Carrión

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Descubre todo lo que conversé con Jorge Izquierdo, Decano de Humanidades y Formación General de la UDLA.

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Fuente:Spotify

La Raíz Invertida
Revista Latinoamérica de Poesía

Entrevista a César Eduardo Carrión a propósito de su nuevo libro, Diarios del Paleolítico (El Ángel Editor, 2024)

Por Xavier Oquendo Troncoso

Círculo de Poesía. Revista Electrónica de Literatura

Leemos Poesía Ecuatoriana.

Leemos algunos textos el nuevo libro de César Eduardo Carrión (1976), Diarios del Paleolítico, publicado en la colección Sombrero, abrigo & guantes por El ángel editor.

En 2018 escribió el volumen de ensayo El deseo es una pregunta. Ensayos sobre poesía latinoamericana.

Huesos de hada

 Fairy Bones: video poema con base en un poema de César Eduardo Carrión en traducción de Kimrey Anna Batts y publicado en Emboscada / Ambush de Artepoética Press Inc.

Entrevista en el canal BOOKS 593

 “El oficio del poeta, el dios del lenguaje y otros temas afines” (25 de junio de 2021).

Entrevista en el programa #PoetasEnVela desde #Ecuador

Gracias a la alianza con El ANGEL Editor y Casa Desnuda en #Colombia (2021)

Programa El galpón de los cuentos vivientes

Diálogo con Leonardo Valencia y Marcelo Cruz sobre el libro Las máscaras de la patria  en el programa El galpón de los cuentos vivientes (16 de septiembre de 2020).

Programa ExpresarteEC 

Entrevista en el programa ExpresarteEC (2 de septiembre de 2013)

Entrevista

Entrevista sobre el libro Poemas en una Jaula de Faraday, en la página de la Asociación de escritores de México (2011)

Entrevista

“El poema, un artilugio de la esperanza”, una entrevista a la poeta venezolana María Auxiliadora Álvarez por César Eduardo Carrión, para Elipsis. Revista literaria, el 14 de abril de 2021.

Lectura del poema “Las águilas”

Lectura del poema “Las águilas” de Vicente Aleixandre en el canal de Diario La Hora (2019).

Entrevista a César Eduardo Carrión a propósito de su nuevo libro, Diarios del Paleolítico
(El Ángel Editor, 2024)

Emboscada (2017) fue un punto de inflexión en mi escritura poética. Por una parte, con ella cerraba una serie de preocupaciones creativas muy diversas que habían ocupado mi atención desde el primer poemario que publiqué, Revés de luz (2006). Por otra parte, con ella empecé a practicar con mayor atención algunas estrategias expresivas que había explorado muy poco. Emboscada significó el final de mi etapa de experimentación y autodescubrimiento: hasta entonces, me había acercado a diversos temas, muchos estilos, diferentes procedimientos escriturarios y muy desiguales maneras de entender la poesía; a partir de ese poemario, pienso que he encontrado el tipo de poesía que me interesa leer y aquel tipo de poemas que me gustaría escribir. Sí, desde ese punto de vista, mi voz poética se ha transformado. También pienso que aquello que llamas mi voz poética se seguirá transformando.

La escritura de Emboscada coincidió con la llegada de mi paternidad. De manera que la entiendo también como la expresión de un quiebre existencial o de un cambio radical en mi vida, que ha exigido de mí otra tonalidad, aquella que aparentemente conlleva esta nueva posición en el mundo: ser padre. Entiendo que la “voz propia”, la voz poética particular, tiene un enorme valor para muchos autores. A mí me resulta una idea un tanto equívoca. Los poetas nacemos en una lengua que nos ha sido impuesta, y que nos empeñamos en interpelar y recrear, deconstruir y reconstituir. La lengua materna es propia y ajena al mismo tiempo: emana de la comunidad y esa dimensión colectiva se sobrepone a cualquier pretensión de propiedad y distinción. La lengua materna es una suerte de primera e invencible dictadura. Es, paradójicamente, común y ajena, al mismo tiempo.

Pienso que lo que llamamos voz poética, a veces con un tanto de frivolidad y a veces como acudiendo al lugar seguro que nos brinda un lugar común, es en realidad una especie de ensueño primitivista: aquel que aspira al encuentro de la palabra original y originaria, que nos devuelva a la niñez o el paraíso perdido, al hogar o al terruño olvidados, a la ilusión de un futuro mejor o a cualquier utopía personal… Antes que una descripción técnica o lingüística, entiendo que la voz poética es más bien un mito, un tropo con el que los poetas creemos haber encontrado un lugar de enunciación, un lugar desde donde hablar o escribir del mundo, una identidad que nos diferencie y nos vuelva relevantes, trascendentes… Es una potente ilusión, quizás una de las que da forma a la poesía misma.

Posiblemente usé el término “pretencioso” (porque suelo ser muy severo conmigo mismo), pero debí haber usado otro más exacto: “presuntuoso”. Por una parte, pienso que en aquellos años me mostraba orgulloso del progresivo desarrollo de mis capacidades comunicativas y conocimiento de la retórica y pragmática de la lengua poética, tal vez porque paralelamente he trabajado durante más de veinte años como profesor e investigador universitario de teorías literarias, gramática, semiótica y otras asignaturas, propias de las carreras en las que he dictado clases: comunicación, literatura, lingüística… Por otra parte, pienso que en esa época no estaba tan mal mostrarme un tanto altivo, incluso beligerante: como he dicho, eran años de búsqueda, experimentación y autoconocimiento. También debo decir que ya hice las paces con aquel escritor adolescente y errático que fui alguna vez. Ya no soy tan duro conmigo mismo. El tiempo ha puesto las cosas en su lugar.

Sin embargo, debo decir en mi favor que fue precisamente esa obsesión con la estructura formal del poema (el trabajo con el lenguaje, como bien dices), la tarea que me permitió madurar intelectual y emocionalmente. No existe pensamiento sin lenguaje. No creo que exista tal cosa como una idea que preceda a su propia expresión. Pensamiento y palabra son dimensiones simultáneas, concomitantes, mutuamente implicadas de una sola realidad. A una forma lingüística repentina o inopinada, generalmente corresponde una idea precaria, pobre o confusa de la realidad. Y a una forma lingüística preparada o prudente, usualmente corresponde una idea analítica, crítica y sistemática del entorno. En mi caso particular, pienso que, gracias al trabajo por momentos obsesivo con el lenguaje, especialmente con la lectura y el estudio de poetas y obras que responden a poéticas muy distintas, a lo largo de los años, he descubierto quién quisiera ser y qué sitio deseo ocupar en mi comunidad. Debo decir que la poesía me ha brindado las pocas convicciones que poseo.

Y también pos apocalíptico. Es un libro apocalíptico en al menos dos sentidos. Por una parte, porque el escenario en el que están ambientados los poemas evoca el final del mundo, la destrucción de la civilización humana tal y como la conocemos en nuestros días. Por otra parte, también es apocalíptico, porque construye una especie de visión alucinada sobre el futuro mismo de nuestra humanidad, imitando el tono profético y la construcción de símbolos propios de los libros sagrados. Y es pos apocalíptico, porque también invita a la reconstitución de una idea de futuro, más allá de esos símbolos y esas visiones, porque nos invita al sueño imposible, pero también inevitable, en el que se asienta la esperanza.

 

Es el padre quien toma la resolución de salir del encierro en que los ha mantenido la incertidumbre, el temor, la violencia, la devastación… Diarios del paleolítico está escrito a la manera de una bitácora, de un libro de viajes. Cada uno de los poemas es una entrada de ese diario improbable, y casi todos están escritos a la manera de un monólogo dramático, dirigido, precisamente, a la hija. Ella no habla en el libro y su nombre es desconocido o misterioso. Quizás porque en la imposibilidad de nombrar o pronunciar el nombre de la hija radique la posibilidad del futuro, el advenimiento mismo del porvenir, la posibilidad de la esperanza. Aquello que se pronuncia, generalmente, ya se conoce. Se suele decir que pronunciar la palabra implica conjurar el misterio, curar el veneno. Pero pronunciar la palabra también implica someterse a ella o estar dominado por la dictadura de sus sentidos previos. Sí, es verdad que el motivo central del libro es el viaje, en su variante de la huida, específicamente. Pero también es el viaje concebido como el tránsito o la búsqueda de un nuevo horizonte…

Mientras escribía Diarios del paleolítico, me acerqué nuevamente a cuatro autores fundamentales en mi formación como escritor: Antonio Gamoneda, Juan Carlos Mestre, Juan Ramón Jiménez y Saint-John Perse. Para todos ellos, el versículo, las líneas poética largas y morosas, incluso la prosa poética, son fundamentales en ciertos tramos de su obra. Pienso que algún rastro de cada uno de ellos se puede hallar con relativa facilidad en mi libro: el más evidente es la estructura discursiva del diario, que tomo del libro clásico de Juan Ramón, Diario de un poeta recién casado.

Pienso que cada tema exige su propio formato, su particular tonalidad. Diarios del paleolítico es un libro organizado en tres etapas, que simulan los tres momentos clásicos del viaje del héroe. Las líneas largas, los versículos, me permitieron construir cierta narratividad, aunque en estricto sentido no cuente una anécdota concreta. Si los ves con atención, podrías descubrir que muchos versos son combinaciones rítmicas de alejandrinos, dodecasílabos, endecasílabos, eneasílabos y octosílabos clásicos, que alternan con versos sin ritmo acentual, de ritmicidad más bien semántica, como aquella que domina en varios libros de los poetas que he nombrado. En casi todos los casos, se trata de un resultado intuitivo, de un flujo de conciencia, que en otras ocasiones sí que recibió la vigilancia del acento. Debo decir que el sonido en la poesía para mí es muy importante, es una de mis obsesiones cuando leo y escribo poesía: usualmente, si el poema, una vez leído en voz alta, no me seduce, lo dejo a un lado.

 

Estoy convencido de que es así. Y espero que los lectores también lo piensen una vez que lo lean. Siento que es la clase de libro que siempre quise escribir. Sucede que antes no tenía ni los conocimientos ni la madurez emocional o intelectual para asumir y llevar a cabo un reto de esta clase. También creo que mis libros anteriores tuvieron su propia recepción y fueron importantes para mí y para algunos lectores, en su particular momento. Fueron más que meros libros de aprendizaje, pero también creo que me permitieron asumir ciertas certezas y adquirir ciertas destrezas, cuya ejecución en este nuevo libro me satisface mucho.

La poesía escrita en español en este tiempo es un universo inabarcable. Innumerables poéticas, perspectivas críticas y elecciones expresivas han entrado desde hace años en un diálogo tan amplio y multitudinario que, por momentos, me resulta abrumador y confuso. Por mi parte, escojo siempre leer aquellas voces y poéticas que me hablan de la contemporaneidad, pero que no abandonan la construcción de cierta memoria social y colectiva. Las voces violentamente narcisistas, encerradas en la trampa del ego y las celebraciones frívolas de la pura sentimentalidad o el supuesto valor absoluto de la propia individualidad, cada vez, me interesan menos. En estos tiempos, como dices, de los Diarios del paleolítico, me siento cada vez más cercano de las escrituras que me invitan a militar en favor de un futuro distinto del que nos impone el gobierno de la violencia, la tiranía de la incertidumbre, el espectáculo del miedo, el autoritarismo de la soberbia. Si un poema no me invita explícitamente a pensarme como miembro de una comunidad, cuyo porvenir sea innegablemente universal, no me interesa.

 

Viene la escritura y la lectura sin pausa. Viene la costumbre, el hábito y la necesidad de la poesía. Lo que resulte finalmente de esta manera de pasar los días, ya no me preocupa tanto. Leo y escribo porque siento que es lo que hago mejor. Y porque es lo que me más me satisface cotidianamente. Siempre tengo algo en desarrollo. Diarios del paleolítico atravesó su particular proceso: me tomó un poco más de cuatro años escribirlo. Soy un poeta más bien meditativo, moroso, de procesos extendidos a lo largo del tiempo. Ahora mismo, estoy trabajando en poemas más situados en la realidad cotidiana y concreta, en los eventos inmediatos. Cuando descubra a dónde me ha llevado este nuevo proyecto, cuando me haya descubierto algo de mí mismo, posiblemente, trabaje un poco más todavía, para transformarlo en un libro.

El mismo refugio,

tercera semana.

 

 

Mientras escribía estos poemas, mi niña se rompió el cuerpo

En tres tiempos, en tres porciones, en tres pá-ja-ros.

La mitad eran dos corderitos blancos y la otra tercera parte

Eran cuatro perros guardianes con el cuerpo encorvado.

 

Y la mariposa se llamaba hija. Y, viendo el Señor del viento

Que todo cuanto estaba hecho parecía hermoso, cantó

 

Con voz de piedra sagrada… No te asustes, así son las niñas

Que sobreviven a las pandemias: Hablan hortalizas.

Hablan en Morse. Hablan como asnos que comen flores.

 

Lo cierto es que mi hija jugaba conmigo en un huerto salado.

Yo era un puma que acechaba. Y, a veces, también una liebre

Que cavaba una madriguera en Saturno y una guarida en Marte.

Es que, a veces, las presas se convierten en semillas… Y prosperan.

 

¡Que vengan ya todos los clanes de los coyotes, zorros y chacales!

Esta noche cenaremos una carne que no aúlle ni olisquee.

Y tendremos invitados. Y fundaremos nuevamente la caterva

De todos los pecadores, todos los neutros y todos los santos,

 

Porque, mientras escribía estos poemas, la niña de mis ojos

Devoró una manada de tres perros, de tres lobos, de tres bo-ca-dos.

Y la mariposa se llamaba hija. Y el Señor del viento cantaba su nombre.

 

No te asustes, así somos las sabandijas que superamos las pestes bíblicas,

Que superamos la gripe marciana, que apagamos los cataclismos nucleares:

 

Hablamos en legumbre. Hablamos en peste. Hablamos en braille.

Hablamos como asnos, cebras, mulas y yeguas que comen flores.

 

 

 

Camino desconocido,

al atardecer.

 

 

Solo vuelven a casa los necios, los que saben ganarse la vida.

Regresan las culebras río arriba hasta la punta de este iceberg.

 

Vuelven a encontrarse los hermanos, cuando sus padres ya se han ido.

Vuelven a su casa los matones, los que nos roban el hogar y la leña

 

Con la punta de un cuchillo. Vuelven a casa los que encierran,

Los que tranzan y traicionan su palabra con la piel de las pesadillas.

 

Se despiden las hijas de sus padres. Y decimos adiós cuando queremos

Decir tengo miedo, porque el cielo es azul, porque el sueño es muy corto

 

O porque un tigre de Birmania agonizaba en esta jaula de cristal.

Se vuelve a casa en la codicia. Se regresa siempre por cansancio.

 

Y es entonces cuando berreamos y mugimos. Berreamos y mugimos.

Y cantamos en códigos binarios. Y hablamos en lenguas extranjeras.

 

Solo vuelven a casa los necios, los que saben ganarse la vida.

Vuelven a casa quienes aprenden el abecedario del regreso.

 

 

 

 

Páramo sediento,

lo más probable es que sea junio.

 

Esta mañana, que ya pasó hace millones de años, cumpliremos las promesas que habíamos postergado.

Esta mañana, que ya sucedió hace milenios, volverán los opresores, brillantes, obesos, vencidos.

 

Esta mañana, que ya olvidamos hace tiempo, surgirá nuestra Horda dorada, nuestra familia de cetáceos asesinos.

Esta mañana, muy temprano, en esta roca taladrada, gota a gota a gota… Por esta lluvia vengativa, vengativa.

 

Esta mañana, que ya recordamos como el pasado, tendremos otra ambición, que llamaremos fortuna.

Porque una mañana, que no hemos olvidado todavía, fuimos animales cansados, fuimos calaveras de azúcar. 

 

Porque ahora somos la sed que tiene el lado izquierdo del cuerpo, que late al mismo tiempo que la confianza de un pájaro nuevo.

Porque fuimos animales tristes que ya se han redimido, como la hierba ferviente que coloniza nuestra memoria.

 

Por eso, renuncia, amiga de los perros de la calle, amiga de los gatos que se mueren de amor, porque no pueden morirse del hambre.

Dame la mano que te negaron cuando eras apenas un sueño, cuando eras una pregunta inaudita labrada sobre una almendra.

 

Dame una palabra perfecta, que se parezca a la piedra más dura. Ya ves que estas flores se alimentan de promesas y metano.

Renuncia, mujer contundente y precisa, a la claridad de esta mañana, que ya pasó hace milenios, que ya pasó hace millones de años.

 

 

 

 

Octubre, noviembre o diciembre,

nunca me quedó claro.

 

 

Cuida, mi niña, los jardines de los que perdieron las contiendas,

Las guerras por el control del agua, los refugiados del nuevo clima.

Te encargo que podes la maleza que se ha tomado nuestras alcobas.

Cuida con esmero los cardos que han sembrado nuestros enemigos.

Y no intentes traducir sus truenos o sus tramas. Y cepilla todos los días

La coraza de nuestras tortugas. Riega la higuera de nuestros vecinos.

 

Ha sido un placer conocerte, Recién nacida, verte volar, sembrar la yerba.

Te encargo esta fuente de peces oscuros, aliméntalos con tu vainilla,

Porque de niño quise ser presidente de todas las niñas hambrientas del mundo.

Los panaderos han resucitado, los herreros ya han forjado bicicletas.

Hoy es lunes, aunque nos pese: No habrá perdón ni olvido para los lobos.

Por eso, escribe siempre lo que te dé la gana y ojalá con pésima caligrafía.

 

Esta no será mi última carta, pero es el mapa de una estampida de zorros.

Hay quienes escriben en lenguajes de gaitas y presumen de su tristeza.

Dicen que así el mar es más bello: Cuando oscurece, cuando se oculta.

Yo te amaré toda la vida y en la casa que imaginan los gusanos más rubios.

Ya regresan los bomberos a oprimirnos. Volverá la náusea o la democracia.

Ya vendrán las mafias, las judicaturas, todas las letrinas hospitalarias.

 

Es tu turno de domar a los perros, de limpiar el óxido de la chatarra.

Pero no reflotes jamás Venecia ni eleves a tus hijos a los rascacielos…

O hazlo, si te place, Orquídea. Haz del mundo tu propiedad y tu demencia.

Construye pasadizos secretos, para traficar libros, para intercambiar amantes,

Pero jamás me guardes luto: Organiza un carnaval, cómprate una camiseta…

 

Y cuida, mi niña hermosa, los jardines de las criaturas que perdieron las contiendas.

 

 

 

13 o 20 de agosto.

 

 

Te propongo que bajemos nuevamente de este llanto, que subamos de nuevo a las fauces de un animal amarillo y dorado,

Uno que se lama las heridas con la lengua de los sarcasmos, uno que haya viajado entre sargazos, por lo menos, cinco mil años.

 

Ha llegado el instante de la estrella fugaz. Siempre llegará renovada la lluvia y los suicidas y sus doctrinas. Llegará nuevamente su fe.

Pero la vida siempre tendrá cierto día que llamemos domingo, cierto insomnio que provocan los dolores del amor.

 

Ven conmigo a este peregrinaje, Viajera que tal vez leas este diario escrito durante el Paleolítico futuro,

Aunque soy un marfil virulento, un culturista desproporcionado, con el pecho muy ancho, con el miocardio demasiado blando.

 

Es que todos hemos tenido nuestras edades oscuras, nuestra propia adolescencia, nuestro particular Pleistoceno.

¿Qué tal si dejamos que las serpientes desaten las jaulas del aire? ¿Qué tal si dejamos que los garfios de la eternidad nos desgarren?

 

El amor es un pedazo de madera tallada, una epilepsia de las sílices, una hipertrofia de la pituitaria.

¿Qué tal si dejamos, viajera probable, de cuarzos helados, que los pétalos se llenen de cansancio, de perfume, de abismos musicales?

 

Te propongo que bajemos nuevamente de este llanto, que subamos de nuevo al hocico de un animal amarillo y dorado,

Uno que se lama las heridas con la lengua de los sarcasmos, uno que haya viajado entre sargazos, por lo menos, cinco mil años.

CÉSAR EDUARDO CARRIÓN (Quito, 1976). Poeta y ensayista. Ha publicado hasta la fecha los siguientes poemarios: Diarios del Paleolítico (2024), Ambush / Emboscada (2019) –traducido al inglés por Kimrey Anna Batts–, Es lodo y es polvo y es humo y es nada (2018), Emboscada (2017), Cinco maneras de armar un travesti (2011), Poemas en una Jaula de Faraday (2010), Limalla babélica (2009), Pirografías (2008) y Revés de luz (2006). Sus poemas constan en revistas y antologías latinoamericanas y extranjeras y han sido traducidos al inglés, francés y portugués.

Ha publicado hasta la fecha los siguientes libros de ensayo y estudios literarios: El supremo egoísmo de la tempestad. Ensayos sobre literatura y cultura latinoamericana (2023), Las máscaras de la patria. La novela ecuatoriana como relato del surgimiento de la nación (1855-1893) (2020), El deseo es una pregunta. Ensayos sobre poesía latinoamericana (2018), Habitada ausencia: Historia y poética en la poesía de Javier Ponce (2008) y La diminuta flecha envenenada: en torno de la poesía hermética de César Dávila Andrade (2007) –con una segunda edición corregida y aumentada de 2019–.

Ha sido invitado como poeta y académico a festivales de poesía, congresos y encuentros de literatura en Ecuador, Estados Unidos, México, República Dominicana, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia y Argentina. Ha obtenido reconocimientos en algunos certámenes literarios nacionales y recibido becas académicas en Ecuador y España. También ha sido miembro del jurado de diversos certámenes literarios nacionales e internacionales. Fue parte del comité editorial de las revistas literarias País secreto (2001-2005) y Ruido Blanco (2010). 

Estudió Filología Hispánica en Madrid y Comunicación, Sociología y Literatura en Quito. Es doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar. Fue director de la Escuela de Lengua y Literatura, del Centro de Publicaciones, de Comunicación Estratégica y decano de la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, donde trabaja actualmente como profesor principal e investigador.